La experiencia más liberadora que pude haber tenido en mi vida fue el manterme alejado de las concepciones religiosas. No practico religión alguna y esta ausencia de dioses en mi escala de valores no afectó mi visión del mundo, sino para ver las cosas desde un ángulo más objetivo y menos comprometido con mi entorno. No es un camino que haya elegido, sino el camino sobre el que siempre anduve desde mis años mozos. Por alguna razón, nunca sentí apego alguno hacia los templos, sus normas y obligaciones. Los principios morales no son el monopolio de las religiones. Puedo decirlo con orgullo, que he vivido en la práctica del amor al prójimo, la solidaridad y el respeto, sin la necesidad de apoyarme en las creencias de un dios o dioses. Hoy presenciamos cómo algunos líderes espirituales se aprovechan de la fe ajena. Evitemos el engaño.