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Santiago Daniel Haro Torres

Santiago Daniel Haro Torres

@dasahro

Ecuador » Imbabura » Ibarra

Santiago Daniel Haro Torres

AQUELLAS CARTAS QUE NUNCA ENVIÉ

€ 12,10

Después de analizar a conciencia todo lo bueno y lo malo que a mi vida le había pasado pude por fin comprender que el amor es el valor más grande que un ser humano puede llegar a tener.

Vivimos bajo su sombra para ser a nuestra forma cada día mejores. Gracias
a él estamos aquí y por él luchamos.

Pero cuando nos llega a faltar, cuando llegamos a casa y ya no está, el alimento de nuestra alma también se va, y poco a poco, todo lo que alguna vez fuimos de algún modo también deja de existir.

Al no pensar con claridad dejamos inconscientemente que nuestro subconsciente tome las decisiones y este, sin tener claro lo que realmente debe hacer se desespera, se defiende y luego se frustra, no tiene esa guía o como se dice la cabeza fría para reflexionar con creatividad. Se deja mandar por los sentimientos afectando sobremanera a todos los pensamientos.

Al vernos solos y desamparados en mendigos del amor nos convertimos, sujetos de lástima, creadores de falsas esperanzas y por cuenta de nuestra ingenuidad el mundo se nos viene encima. Viviendo a la defensiva nos cerramos procurando así que nadie nos vuelva a lastimar, ni mucho menos hacernos llorar.

Algunas veces pensamos en lo inútil de nuestra existencia al no tener a nuestro lado a ese ser tan amado. Otras tantas gritamos llenos de ira maldiciendo tontamente y sin razón hasta la misma creación.

Al final, desalentados nos resignamos, cubrimos nuestros ojos y mejillas postrándonos inertes en un mundo miserable creado por nuestra imaginación y para nuestra incoherente satisfacción.

Pero ¿por qué? me pregunté, pues la respuesta fue muy sencilla. Porque me convertí en el creador de mis propias pesadillas.

Lo que ahora voy a narrar no es un cuento, es una real aventura, la mía, la de muchos, llena de triunfos y derrotas, amor y esperanza, apoyada en la firme idea de que solo nosotros somos los autores de nuestro propio porvenir.
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