Los amigos de Laura (una mujer exótica y extraña pero lúcida, y que se sabe sola y sin hijos) pertenecen a un omnisciente grupo llamado Marcuse. Ellos hablan de Laura, la definen a partir de la historia y del poder del lenguaje en conversaciones irresponsables y deschavetadas. Llegan a la conclusión de que Laura está loca, pero a la vez piensan que no pueden decirlo, pues se trata de una opinión subjetiva, que igual puede afirmar lo contrario. En la medida del avance de la novela van descubriendo sus propias locuras y que la locura siempre va un más allá de un entorno cercano. A veces torna un juego de quiénes están locos y quiénes no... y qué propiamente es ser loco. La interacción se hace extrema, porque todos aman y desean a Laura, y dependen de ella en cuanto es un punto de referencia inquebrantable. Todos saben y opinan. El tema de la locura los apasiona. El miedo y el suicidio los sobrecoge. El sentir que una época áurea y mítica empieza a fracasar a pasos agigantados. La novela concluirá con una paradoja: Laura lleva a cabo una obra de teatro en la que se burla de lo que están diciendo de ella. Y aún así no saben si esto es producto de la locura o de la lucidez. Las páginas finales son inesperadas y desentrañar el misterio de por qué fue tan importante y dramático para dos de los amigos más entrañables su conversación y es lo que puede compensar al lector por haberla leído de comienzo a fin. leer todo...

Ópera prima. Ganadora del Concurso «Nuevos Escritores Colombianos». A partir de la carátula de una recopilación homónima de canciones de Pink Floyd, que se caracteriza por mostrar a una pareja de baile atada por unas cuerdas que le impide bailar, el narrador rinde homenaje a Pink Floyd y al rock sinfónico en general. Propone una música sin letra o denuncia de qué manera las letras obstaculizan la audición. En su febril cabeza inventa grupos musicales y canciones, y nombres de personajes, a la vez que cuenta las experiencias de los asiduos asistentes a una cafetería llamada «La Gran Vía» o «Café de Russell» o «Marcuse». Apoda Filósofos Locos de 1378 a un poco deschavetados que le hacen el coro. Entre la imaginación y la realidad se producen viajes de constantes disyuntivas en las que los personajes son descriptos a la vez como reales e inventados. Para ello impondrá constantes apodos o alias a cuyas apelaciones los personajes responderán con los más extraños comportamientos que no se sabe si son sueños o la realidad, y tampoco se logra desentrañar quién sueña y si unos sueños se meten en otros. Roger Waters, bajista de Pink Floyd, no estuvo de acuerdo con el título de la recopilación, aduciendo que «estas» canciones ni en general la música de Pink Floyd es para bailar. De ahí se agarra el narrador para dar impulso a su desatino. De todas maneras no se puede decir que la música sea el único tema de esta novela. leer todo...