La historia permite ver una forma de tantas, de cómo podemos los adultos hacer un poco más suave la muerte de una mascota, el desprendimiento con amor de un ser querido y la fe en Dios que actúa siempre a favor de nosotros, aún en situaciones tan extremas como la muerte.
Para los adultos la perdida de una mascota puede no significar mucho, en cambio a los niños les parece una situación trascendental comparado al luto que siente el adulto por un ser querido, es nuestro deber como sus guías el darle las herramientas necesarias para enfrentar esta situación y aquellas decepciones futuras que aparecen a lo largo de la vida.
Solo la fe y la esperanza de sobreponernos a situaciones que creemos como imposibles, nos permite salir adelante.
Los niños bien guiados siempre se recuperan mucho más rápido que los adultos, sanando sus vidas, recordando siempre lo bello y hermoso del día a día; recordaran una caída riéndose de ella, se adaptaran a las desgracias con dulzura, solo si el adulto que lo guía puede enseñarle que la misma la lleva adentro.
El enfoque que persigo en este cuento es el de apoyar a los niños en sus situaciones difíciles, dándole el mensaje de que siempre habrá alguien para apoyarlo.
No pretendo en ningún momento decirle como criar a sus hijos, solo cuento mi experiencia y si usted se encuentra en alguna situación parecida espero pueda ayudarlo a que sus hijos salgan rápidamente de esa situación que significa el luto infantil, el cual si llegase a prolongarse por mucho tiempo podría hacer que su hijo no se desarrolle plenamente en aquel ser humano hermoso, maravilloso que puede (y estoy seguro que así será), cambiar al mundo para un futuro mejor.
Mi experiencia no pretende introducir a nadie en un mundo religioso en particular, aunque soy católico, respeto las creencias de todos aquellos que nos adversa, si usted es ateo o tiene una religión diferente, creo que estará de acuerdo conmigo de que los niños son el futuro de la humanidad y nuestro deber es el de guiarlos lo mejor que podamos leer todo...