Apocalipsis 2027 y los Seres de Luz

El final fue advertido de muchas maneras, pero nadie escuchó. En los rincones más apartados de las montañas y en los templos olvidados de antiguas civilizaciones, se hallaban las señales del colapso; sin embargo, solo quienes conocían los secretos del pasado pusieron atención. Mientras los líderes luchaban por mantener el control, la Tierra, agotada en su paciencia, comenzó a estremecerse.
Para el 2026, la humanidad había llegado a un punto irreversible. La naturaleza llevaba décadas mostrando signos de inestabilidad: las estaciones se desajustaban, los animales migraban de forma errática, y los mares subían sin aviso. Los científicos hablaron de un "cambio climático acelerado", mientras en foros internacionales los líderes intercambiaban promesas sin acción. Pero, bajo la superficie, algo más profundo y siniestro se gestaba: la Tierra estaba cansada de soportar a una especie que había olvidado su conexión con el cosmos.
Los primeros terremotos, apenas perceptibles, parecían rutinarios, pero no eran meros movimientos tectónicos; eran preludio de un desastre mayor. Las grietas surgieron en lugares inesperados y, sin patrones claros, dejaron a los sismólogos perplejos. Las máquinas fallaron, incapaces de prever lo impredecible, y el temor comenzó a extenderse en las sociedades más avanzadas.
Las señales se manifestaron también en los cielos. En medio de la creciente agitación, un pequeño grupo de astrónomos descubrió algo inquietante: un asteroide colosal avanzaba hacia la Tierra, con impacto previsto para 2027. Aquellos conocedores de las profecías sabían que no era un accidente, sino el cierre de un ciclo cósmico, un punto de inflexión para la humanidad, que traería sufrimiento y una posible renovación.
Dividida entre ciencia y fe, la humanidad comenzó a fracturarse. Mientras algunos confiaban en la ciencia para hallar soluciones, otros buscaban respuestas en creencias espirituales. Visionarios, místicos y guardianes de conocimientos ancestrales comenzaron a ad leer todo...