ONG HALLAZGO HUMANO
Yo Libre País Libre Planeta Libre
de que haber recibido la luz era no solo una alegría, sino también una exigencia. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en él, debía ser alimentada desde dentro, a través de un diario derretirse. Entonces su plegaria tomó una dimensión nueva, pues entendió que su vocación era consumirse al servicio de la luz y aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.
A ratos pensaba que era más cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un diario derretirse, su vida hubiera sido un estar ahí tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no alimentar más la llama.
También se dio cuenta de que en el mundo existían muchas corrientes de aire que apagaban la luz y recibió otra exigencia: defenderse de las corrientes de aire que circulan por el mundo. Más aún, la luz que había recibido le permitió percatarse de que a su alrededor había muchas velas apagadas. Unas no habían tenido la oportunidad de ver la luz ni de recibirla, otras tenían miedo a derretirse y otras no tenían cómo defenderse de las corrientes de aire.
Entonces, el hombre vela se preguntó, preocupado: «¿Podré encender otras velas?» Y, pensando, descubrió su vocación de apóstol de la luz. Entonces, se dedicó a encender velas de todos los tamaños, características, edades y colores para que hubiera mucha luz en el mundo. A cada momento crecía su alegría, porque en su diario derretirse encontraba velas jóvenes y viejas, todas encendidas. Y al presentir el hombre vela que se acercaba su final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, identificándose con ella, gritó con voz muy fuerte y con profunda alegría:
«He servido a los demás, he sido luz, he entregado la antorcha a otros para que sigan siendo luz leer todo...