Escribir es un desahogo. Plasmar en cada letra un poco de lo que siento vacía la angustia dentro de mí. No quiero generar lastima en usted, señor lector. Solo quiero advertirle que este compilado de historias y fragmentos de la realidad, no es más que un montón de hojas empastadas en un cartón. No es más que un bulto de pensamientos llamado libro.
Un libro se puede llevar bajo el brazo, como las penas. En él, se guardan horas, días y años de atención y minucioso cálculo. Muchos, utilizan el arte de escribir para engañar, dirigir y manipular masas. Yo, solo me desahogo.
Aquí plasmo un poco de todo: crónicas, poemas, historias, cuentos, críticas y filosofía barata. Todo hecho con el más sincero y puro estado de las ideas. Habrá párrafos aberrantemente ilógicos, llenos de nada pero cargados de sentimiento. Sufro de un trastorno llamado TDAH, que sus siglas se descomponen como Trastorno con Déficit de Atención e Hiperactividad menor. Por más que lo intento, no me concentro en algo que no me interesa. Mi atención es sumamente selectiva.
Este libro ha sido escrito y reescrito una cantidad innumerable de veces debido al poco tiempo de concentración que poseo en este tipo de proyectos y a la cantidad de errores que paso por alto.
Este libro soy yo. Un hombre traumatizado por el correr del tiempo. Tengo todo un discurso que contar, uno que preparé durante años.
Escribo mierda cada que puedo. Lo monto en cualquier portal o lo escribo en un pedazo de papel. Aquí reposa mi ser, mi pellejo. Mi todo. Queda en sus manos, en su memoria, el retrato de un hombre quien dejó hasta el último trozo de su existencia en unas cuantas páginas, que como yo, se llenaran de polvo hasta el olvido.

Sin gusto y con dolor en el pecho,

Nicolás Navas González leer todo...