La posibilidad de triunfar ha sido uno de los grandes retos que ha tenido el ser humano, ya que el triunfo se ha convertido en la sal que le da sabor a nuestra vida.
Durante años muchos seres humanos han soñado con el éxito, con ganarse la lotería y cambiar sus vidas, quieren a veces mover la varita mágica para que todo les cambie, desconociendo que esa varita es simplemente el poder de decisión, la capacidad de riesgo, la voluntad férrea, la fuerza del amor, la fe en sí mismo y en sus capacidades. Si bien es cierto que estamos en un mundo donde el afán de acumular capital ha dejado de lado el
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ser humano, esto no implica que no le apostemos al cambio.
Es claro que vivimos en países donde la pobreza sobrepasó los límites y que el mismo hombre o mujer se ha encargado de dejar a sus congéneres en la miseria, el orden social se ha alterado a tal punto, que poco importa cómo esta el otro si yo estoy bien. La pregunta es ¿por qué esa actuación casi instintiva?
¿Cuál es el objetivo de acumular riqueza si esta no esta al servicio de la humanidad? No es concebible que muera tanta gente en el mundo mientras existe un pequeño grupo de privilegiados que derrochan sus ganancias a costa del empobrecimiento de otros.
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El éxito no puede estar fundamentado en la destrucción del otro, la distribución de la riqueza es un reto de la humanidad y para ello, debe retornar a ese principio de solidaridad y de entrega. Me pregunto como rezarán el padre nuestro, sino son capaces de renunciar a un poco de su dinero para que otros vivan mejor.
La invitación a triunfar esta ligada al compromiso de no dañar al otro, no se puede jugar con la frase maquiavélica el fin justifica los medios, el triunfo no implica que olvidemos una realidad, al contrario nos llama a enfrentarla, ello nos exige compromiso, si todos los seres humanos que habitan este planeta entendieran que se puede vivir bien dejando que los otros también lo hagan, sería nuestro mayor triunfo, pero muchos hacemos
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la vigilia hipócrita, dejamos de leer todo...