Familiares, amigos, personalidades, sociedad en general y yo; por cosas de la vida nacimos con ataduras, son unas cadenas, pero no las vemos, son invisibles y sabemos que ahí están, pero la decisión de permanecer allí, de ser indiferentes e intransigentes al cambio, de creer que no existen o reventarlas, es nuestra.

Para el autor, la sociedad misma vive sus ataduras, cuando; la mayoría de las gentes aceptan que, así como se vive: está bien. Citare un ejemplo; ?el hecho que, en este siglo, en una ciudad como Bogotá o Medellín, exista un solo habitante, en, o, de situación de calle? quiere decir que ellos, usted, nosotros, pero principalmente los que tienen poder en la toma de decisiones no están haciendo las cosas bien. Pero mucho más, demostramos nuestro atraso, cuando aceptamos el asesinato de un docente, un militar, una mujer, un policía, así como el maltrato de un perro, un gatico, un caballo, derribar y quemar centenares de árboles y, demás seres sintientes abandonados a su suerte en las calles, en fin si en silencio se acepta la muerte, con ese silencio se vive?. En suma, la sociedad y yo, nos limitamos a juzgar.

Sin tener una mente prodigiosa, antes de sus primeros quince años nuestro protagonista Bilmer Villa y mucho más de adulto; reconoció sus ataduras. Lo que seguía en su vida a diferencia de muchos, tomo la decisión de arriesgarlo todo, hasta su propia vida, y de ese modo lograr reventarlas. Es por ello que jamás se le ve ¡estático e inerte! en una u otra esquina, lo que el autor denomina ?sociedad rosa guadalupana?; aquellos que nunca viven con responsabilidad ; esperando que algo se desgaje y les caiga del cielo, la personalidad de este antioqueño, no es de un simple espectador, desde lejos irradia fuerza y energía de protagonista. Muchos grandes de la humanidad y personas del común, a diario buscan su oportunidad, y la hallan. Recuerden, dice el autor: La historia jamás recordará a los ?pobrecitos? de mente y espíritu, para ella, esos ¡NACEN MUERTOS!

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