Si escribir es un placer, compartir el talento de la escritura y la sabiduría de la vida es aun más gratificante.
¿Qué puede decir un joven de la vida, de Dios, del mundo, de tantas cosas? Tampoco lo sé, pero creo que es un reto personal investigarlo y responder a esta pregunta.
La acción de escribir contiene doble beneficio: el primero beneficio es propiciar una comunicación indirecta con muchos individuos, en diferentes partes del mundo y en distintos épocas, según sea el alcance de la obra escrita, ahí se comparten sentimientos sin tener experiencia de percibir las lagrimas, las risas o los gritos de emoción que el escritor infunde y el lector recibe.
El segundo beneficio, que es la razón por la que escribo estas líneas, es por lo satisfecho que me siento, y que se deben de sentir todo el que escribe, cuando redacto una carta, rimo un verso, corrijo mi ortografía y busco la coherencia y la sintaxis de mis oraciones, esa aventura sólo es apreciable a quien la ha ejercido y es una carga de emociones cuando da resultado satisfactorio, más cuando una obra se le da visto bueno.
El mayor beneficio, he de confesar, se lo lleva el escritor, porque, además de desahogarse de todas las ideas tergiversadas y de dar a conocer lo que es difícil de expresar, en una simple plática, se tiene la satisfacción de que la unión de las letras, vocales y consonantes, formarán sílabas, éstas, palabras, y éstas últimas, frases, con el fin de describir una vivencia, un sueño, un anhelo, un deseo, algo que solo el que escribe conoce, pero el que lee interpreta para sí.
Soy un joven que tiene la misión de alientar a los que me acompañan en esta etapa, bonita pero difícil de la vida, a que luchen por sus sueños y hagan lo que les agrade con pasión, optimismo y actitud, a que rompan esquemas cuadrados y ortodoxos, para ser así una nueva generación, nuevos líderes y nuevos ciudadanos que tienen mucho que dar al mundo. leer todo...