El Valle de la Decisión y mi Camino hacia la Luz
Hay un santuario interior, un lugar real, escondido en la vida de cada persona, y muchas difícilmente lo atisbamos. Suelen ser las personas dóciles las que, sin necesidad de haber pasado por la oscuridad, primero se lo topan y, de paso, se encuentran a sí mismas; entonces aprenden a disfrutar de sus bendiciones y beneficios, y ya no quieren vivir en ninguna otra parte. Otras, sin embargo, jamás dan con él, no se encuentran a sí mismas, y se pierden.
Los que sin ser dóciles hemos podido llegar hasta él, lo hemos logrado únicamente después de un interminable y penoso recorrido por caminos inciertos que, indefectiblemente, nos han llevado a atravesar el Valle de las Sombras. Y esa es mi experiencia. En mi obstinación, debí recorrer un largo y tortuoso camino adentrándome cada vez más por los vericuetos de la oscuridad, sin encontrar la manera de salir.
Pese a ser una mujer profesional, casada y madre de tres hijos, persistían en mí una inmadurez y una cerrazón que tenían secuestrado mi libre albedrío, bloqueaban mi voluntad, y me impedían tomar las decisiones adecuadas. La primera y más importante, consistiría en cerrar todas y cada una de las puertas de mi corazón a la curiosidad y al falso conocimiento, y mirar hacia arriba, hacia la escasa luz real que aún podía percibir.
El camino de salida, pues, pasaba a través de mí misma. Pero para ello debía captar primero lo que desde el siglo IV ya había asimilado San Agustín, cuando refiriéndose a la Luz de Dios, confesó: «Tú estabas dentro de mí, pero yo andaba fuera de mí». Como el hijo menor de la parábola de Lucas 15; quien, "entrando en sí mismo", descubrió que su única tabla de salvación era el camino de regreso a la casa del padre.
Entonces me dirigí al recinto interior, a la cámara secreta, y allí descubrí ya no uno, sino dos lugares maravillosos: el Valle de la Decisión y la Cámara del Rey.
En "El Valle de la Decisión", aprendí a asumir la responsabilidad de mis leer todo...