EL BAR DE LAS REVELACIONES Y OTROS CUENTOS
algo que puede ser olor a putas, mientras que con unos espejuelos escuetos aferra-dos a su nariz sigue de manera lenta y cavilante un manuscri-to. Del otro lado, Vidal como si fuera su amigo de toda la vi-da, no toma ron, pero también busca con la nariz el olor a putas y espera a que su colega termine La máquina de follar, para él entonces revisar Matarile, y ambos después de una ra-cha de eternos manuscritas, criticarse y repensarse las palabras, y hablar de los hijos literarios que tendrán, de cómo surgirán voces que a puro golpe de homenaje escribirán obras como el principio del mundo. Todo eso pasa mientras van cayendo las hojas sobre la mesa, y se mojan las puntas en el sudor del vaso de ron a las rocas.
Maikel sentado en ese mismo bar, observa a los que él mis-mo ha considerado como sus maestros, los ve debatiendo, afa-nados en la lectura a lo que él, esquinado en la cantina, solo con el amparo de una luz escueta, escribe estas revelaciones que tiene por cuentos. «Revelaciones» como el nombre que le pusieron los Testigos de Jehová al «Apocalipsis». Revelaciones como las de Rasputín en una de sus sesiones de espiritismo. Este no es un libro mágico, ni un libro que mira con devoción al cristianismo, pero tampoco es pagano. No es nada más, ni nada menos que la concatenación de la verdad, y de lo turbio que es este mundo. leer todo...