AutoresEditores.com
Libreros De Ìtaca

Libreros De Ìtaca

@libreros.itaca

Venezuela » Anzoátegui » El Tigre

Libreros De Ìtaca

EL OJO DE CONSUELO

US$ 16,40

Desde la felicidad de haber sido hija de un señor que tenía un kiosco de revistas, los wéstern y las novelas de misterio fueron mis lecturas preferidas. Antes de los griegos y de toda la pléyade que me inundó en el Pedagógico de Caracas, mi Alma Mater.

Alberto Hernández y yo
somos colegas en varias vertientes: docentes, periodistas, lectores, investigadores, escritores. Hacer el prólogo de su novela "El Ojo de Consuelo" no entraba en mis planes, ni en mi complicada agenda de amadecasa, cuidadora de gatos exigentes, editora, curiosa y demás. Así que encontré a uno de nuestros aliados para que lo hiciera.

Pero el destino es inexorable y fatal. La estructura de este thriller me atrajo y me retrajo a la vez. Es uno de los trabajos novelescos más completos que he leído en mi vida. El asesinato de Consuelo es el núcleo generador de un diálogo en diversos niveles y tramas entre dos personajes cuasi fantasmagóricos como son Ricardo Lorca y Arturo Díaz Grey. Y se sienten las voces resonantes de los maestros del género negro que en el mundo han sido. Y Consuelo interviene desde la muerte. Y allí aparecen furtivamente Onetti y Donoso. Qué fuerte.

Por accidente se me desconfiguró el texto. Cosas que pasan hasta a los expertos y de los que no escapamos los bisoños atrevidos. Y por eso tuve que releer por tercera vez la novela... Hay un escritor que me gusta mucho, Victor del Árbol. Me introdujo a su obra Toni Zarza Sepúlveda, que es el lector estrella del Museo del Inter. No diré más. Pero le pasaré a esos amigos la audaz novela de Alberto Hernández. Un grande que, además, es generosisimo con sus crónicas del olvido y sus reseñas.

Con la edad me he vuelto exigente en cuanto a lecturas, obras de arte y huevos escalfados. Evado los prólogos desde que tuve que hacer uno para una autora que quería un texto que no hablara de su escueta obra. Eran las tres de la mañana cuando hice aquel ejercicio de no decir nada. Ahora, a las tres de la tarde de otra vida, más bien n
leer todo...